Nelly Omar por La Musaranga / foto de Ana Forlano |
UN PUCHERO MISTERIOSO EN ESTADO DE EMOCIÓN
Habitar el mundo, hacerlo cotidianamente
bajo sus veladas leyes, nos produce un estado de habituación, de dar por
sentado que “las cosas son así”, así como las conocimos, así como son, así como
las transitamos y las dejamos estar. Pero el mundo es, también, un “puchero
misterioso” del que poco y nada sabemos porque “hay más cosas
en el Cielo y en la Tierra de las que pueda soñar” una filosofía opaca,
intransigente con el misterio.
Todo esto viene muy a cuento de haber
sido atravesamos por la emoción y el gozo de escucharlo cantar al Tata Cedrón
rodeado de amigos, bajo la advocación de la memoria bondadosa de Raúl González
Tuñón, y entre las lucecitas puebleras de un circo itinerante. Allí se leyó la
suerte, que venía envuelta en sublimes y amadas estrofas tangueras y, merced a
la magia de La Musaranga, vimos a la Nelly Omar rediviva, erguida y envestida en
su poncho federal. Fue la propia Nelly quien le dio el pase a Gustavo Nasuti y
al Tata, y allí supimos que “nunca jamás se abandona lo que llorando se deja” y
que el corazón puede asemejarse a una desahuciada “pampa de soledad”.
Subieron luego las chicas y los
muchachos de Rojo Estambul, trayendo las poesías de Juan Carlos Bustriazo
Ortiz. Pero el rescate del vate pampeano es apenas una parte de la locura
creativa de estos jóvenes, sobre quienes planea el aire de un parentesco
cedroniano, o acaso se trate de un legado que tiene mucho de promisorio pero
también un presente de bellas melodías que se elevan en la voz de Nicolás Blum hasta
alcanzar sonoras cumbres. Y hablando de voces, resulta difícil dar con el
término que le haga justicia a la potencia y la plenitud que anoche tuvo el
canto del Tata: fue tan amplio, tan redondo y tan envolvente que resultó estremecedor.
No hace falta decir nada de las virtudes
de la viola del Profe Praino, ni de las del bandoneón de Miguelito López, pero
es bueno advertir que acompañan los compases con una coreografía del
sentimiento que ningún ensayo podría lograr: son los mismos movimientos que
sacuden a una platea conmovida por una música que primero nos disloca como en
un entrevero, y enseguida nos abraza como en el amor. Hacia el otro flanco del
Tata, Dani Frascoli acompaña desde el asombro y engarza notas que parecen
venidas desde todos los ríos del mundo, donde un hombre se acerca a un puerto y
se enlaza a su bandoneón para que naveguen también los amorosos acordes de su
alma. Y sostenido en este trío formidable, el Tata deja salir lo que hay en él
de arengador público, de insobornable forjador de conciencias, para decir con
las manos, con el torso, con el cuerpo entero, que sólo la canción es
verdadera, que lo confirmó hace poco en Necochea, pero que él lo sabe desde
siempre.
El final es una fiesta, porque Rojo
Estambul se integra a la banda de Cedrón y todo suena afiatado en el escenario
y amplificado en los corazones: los bandoneones de López y Pablo Vázquez, el
acordeón de Frascoli, el chelo de Josefina García, la viola de Miguel Praino
junto al violín de Sabrina Conde, y los muñecos de La Musaranga cobran vida
mientras las increíbles voces de Blum y del Tata hacen añicos la idea de
“habituación”. No, señores, “estar en el mundo es estar emocionados”. Y lo
demás, dentro de este puchero misterioso que es la vida, lo demás es puro
cuento.
Carlos Semorile
Publicado el 18 de abril 2014
Publicado el 18 de abril 2014
* Próxima cita: miércoles 14 de
mayo. Hora. 21.00 h.
El lugar: Hasta Trilce (Maza 177). RESERVAS 4862-1758. Menú: Puchero
Misterioso - Se incorpora a la aventura el grupo BARSUT
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