Sobre la presentación anoche, en el Teatro El Popular, de
"Larvas. Canciones para Casteluovo"
por Piraña
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Camino al teatro, iba ojeando los nombres de los
comercios sobre la avenida y luego los de las calles: casi todos en inglés,
otros afrancesados, y los que no eran ni sajones ni galos, están muy pero muy
italianizados. Cuando vi la juguetería Tío Mario tuve una alegría… pasajera: la
vidriera estaba llena de calabacitas coronadas por un gran cartel de Jalogüin.
Pero mi destino era el “Teatro El Popular” –no teatro Broadway, ni Picadilly-,
sito en la calle Chile 2080, la querida calle Chile donde hace muchos años
(antes de la dictadura) funcionaba uno de los primeros organismos de Derechos
Humanos que, entre otras cosas,hacía de enlace entre los presos políticos
y sus familias.
Todo esto a modo de intro para contar que anoche nos
dimos un baño de identidad en la presentación del disco “Larvas” en el “Teatro
El Popular”. Un trabajo que nació de la lectura del libro homónimo de Elías
Castelnuovo, y que creció en el “Club Piraña” de Parque Patricios, donde Romina
Grosso, Daniel Frascoli, Pedro Fernández Mouján -y luego Mauro Vignetta-,
fueron convergiendo en la pasión de crear un universo musical que homenajea a
esos pibes que tuvieron a Castelnuovo como maestro en el reformatorio de
Olivera, en la provincia de Buenos Aires, allá por 1921 y 1922. Pero no es un
homenaje cualquiera, ni está hecho desde cualquier lugar, ni por que sí o por
snobismo.
Como dice Frascoli: “Larvas es un libro tremendo,
Castelnuovo buscaba mostrar el asco del capitalismo, el desastre que es esta
sociedad, con esos pibes sufrientes, algunos malos, como Mandinga, con una
historia tremenda atrás y tremendo él también. Y en ese sentido los suyos son
relatos desgarrados, sin contemplaciones. Nosotros los tomamos con otro
enfoque, más pasado por el cariño y una cierta cercanía, una dimensión
afectiva, digamos, atravesada por la experiencia del peronismo que llegó
después en la Argentina”. Hubo y hay niños en situación de extremidad
vulnerabilidad, pero este país también parió al peronismo y eso da una
dimensión afectiva al que el disco “Larvas – Canciones para Castelnuovo” le
hace justicia por el lado de la ternura, al sostener esas historias en un
estado de dignidad poética. Y por el lado de la música, porque son melodías que
esos niños elegirían cantar.
Al finalizar el recital, el Tata Cedrón lo resumía
magistralmente: “Esto no se parece a nada, no copian a nadie, no son
pretenciosos, y mirá qué lindas letras y qué música: un sonido nuestro. Son
canciones soberanas, como las que hacemos nosotros. Las hago porque quiero,
porque se me canta. No vino nadie a decirme ‘tenés que tocar ésto’, como pasó
después del ´55 que impusieron un sonido y aquello de la ‘protesta’. Y no es
así. Uno puede hacer canciones tristes o cantar una tragedia, pero eso es otra cosa:
es un testimonio, porque uno estuvo involucrado en esa tristeza o en esa
tragedia”. Y tiene razón el Tata: canciones soberanas para un pueblo que lucha
por su soberanía.
Y por una dicha parecida a la de anoche, con la voz
de Romina Grosso soltándose un poco más en cada tema, con las palabras
necesarias de Pedro Fernández Mouján, con la familia de Castelnuovo presente en
la sala, con la barra del Club Piraña haciendo el aguante, con Azul Cedrón chiflando
con los dedos en la boca como si estuviera en la tribuna de Vélez, con el trío
Piraña devenido en cuarteto (en un periplo similar al de ya saben quiénes) -o
en sexteto, siempre con la amorosa guitarra de Frascoli-, con las risas contagiosas
de Antonia García Castro y Josefina García, con la complicidad fraterna de Miguelito
López haciendo el sonido, con la pena del Profe Praino porque se regresa el 16
y no va a estar acá el 22, cuando “todos unidos triunfaremos”.