Anoche el Cuarteto Cedrón retomó sus actividades después de
casi dos meses de “relâche”. Dos meses en los que los músicos vivieron
distintos tipos de aventuras, algunas de ellas para nada divertidas. El
concierto de anoche se realizó en el marco de la semana de Boedo y a cuatro
cuadras de la casa a la que Tata Cedrón llegó a vivir en el año 2004, después
de sus 30 años radicado en Francia. O sea, era un concierto “en casa”. Y el
ambiente estuvo así: cálido, familiar.
El galpón del espacio cultural Al Carajo
estaba lleno. Muchos escucharon de pie. Había familias. Personas de distintas
edades. Muchos niños (entre ellos la pequeña Gricel que, ya desde el nombre, es
todo un homenaje, una auténtica florcita porteña acunada por la música que hace
su papá y los amigos de sus papás, entre ellos, este Cuarteto). Muchos,
muchísimos jóvenes. Incluyendo al más joven “fan” reportado de este mítico
grupo (Francisco, 12 años). Fue una noche luminosa. Un concierto espléndido.
Al final, tras la entrega de
una distinción amorosamente preparada por los vecinos (una cerámica, cosa que
le permitió al cantor recordar su infancia como niño-ceramista, hijo y hermano
de ceramistas), Tata volvió a señalar con el ímpetu que lo caracteriza lo
importante que es hacer las cosas con otros. Y es que Tata no es solista. Jamás
quiso serlo. No lo será. Homenajeando a los músicos que lo acompañan, desde
hace 50 años (Miguel Praino, el legendario), y los más jóvenes (López, ya
legendario también, en el bandoneón, Josefina García en cello, Daniel Frascoli,
en guitarrón y acordeón, que anoche no estuvo pero que siempre está) Tata
volvió a repetirlo. Es bueno hacer las
cosas con otros. Aunque lo dice siempre y uno lo escucha siempre, algunas
noches esa idea cala más hondo.
(No tengo fotos para mostrar. Si alguno sacó, comparta. Y
estén atentos. Siguen los ensayos de “Arrabal Salvaje” que arranca en pocos
días. Mientras que el frente Cuarteto Cedrón-La Lija prepara lo suyo).
LP