Obra de Roberto Cedrón

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domingo, 5 de abril de 2015

Una carta del Profesor

Lo bueno de la distancia es que algunos todavía escriben cartas. Como lo hemos hecho en otras ocasiones, compartimos una carta de Miguel Praino, "El Profesor", en este caso dirigida a La Musaranga y en respuesta a cierto correo que llegó en enero a las Europas.

Miguel Praino y su viola (vistos por La Musaranga)


LA MUSARANGA. Colectivo de arte popular, militancia humana, arte y artesanía "povera", de integración social, etc.

A raíz de un envío postal recibido a fines de enero 2015, portando una serie de grabados representativa de la iconografía musaránguica del Puchero Misterioso, decidí publicar unas líneas de agradecimiento y adhesión a mis queridos y admirados compañeros.

Don Pedro:
Pese a los malos vientos liberales y privatizadores que soplan contra lo que fue cemento y orgullo de la República Francesa: sus Servicios Públicos, cuyo resultado es la degradación de los mismos, el mal funcionamiento, el encarecimiento, todo lo cuál hace que el aumento de conflictos sea notorio, materializándose en un recrudecimiento de la puteada directa, que suplanta la más o menos correcta pero ya antigua discusión por medio de la que se solucionaban los problemas que podían manifestarse.

Uno de los servicios más queridos y respetados fue el Correo y Telecomunicaciones, aquí en Francia PTT,  Postes, Télégraphes et Téléphones. Hoy en día –en gran parte privatizados o mercerizados–  cambió su nombre y es La Poste. El cartero (aquí le postier) era un personaje casi de la familia ya que empezaba a los 18 años a repartir las cartas y se jubilaba a los 60. Conocía las familias, veía nacer los chicos, los veía casarse, la gente lo llamaba por su nombre, y como eran tiempos menos urgentes, en más de una casa hacía parada, cafecito mediante, o más cerca del mediodía un vasito de blanco, mientras se enteraba de los reumatismos de los viejos, los amores de la nena o las peleas matrimoniales o entre vecinos. La vida, ¿no?

Pero el cartero sigue estando, trayendo las cartas, y yo que siempre los miré como portadores de misterio, porque  ¿qué dirán las cartas? ¿qué dramas o alegrías o dolores portará ese sobre cuadrado o rectangular que uno encontrará a la noche, cuando vuelve del trabajo?

Y después está la historia de Juana, la Juana de mi infancia que con sus 18 años estaba perdidamente enamorada del cartero –que tendría 20–  y se escribía cartas todos los días, para poder hablar con él y coquetear dulcemente. Y se casaron...

Y los versos de González Tuñón que dice algo como “yo quisiera abrir toda la correspondencia del mundo por ver si alguien, una sola persona tiene un recuerdo, un solo recuerdo para mí...”

En fin, mi querido Musarango Pedro, todo este espiche para agradecerte la hermosa, entrañable iconografía “musaránguica” del Puchero Misterioso que recibí el viernes pasado. Me hace bien, me reconcilia, me ayuda  a mantener la “ilusión hornera”. Y sobre todo, son muy hermosos los grabados. El Gallo Bataraz, el caballito, el loro, la dulce virgencita, Nelly la grande... Todo, todo grita que se puede, que hay aguante, que el alma, las almas se lo merecen.

Al otro día, sábado, a eso de las 10h00 me fui al jardín a podar un poco el cerco. Es ahí que charlo con los vecinos, con la gente que pasa, que siempre te hace un comentario sobre el frío o la lluvia. Pero en realidad yo esperaba  a la postière, que es una señora  de mucha gentileza y como casi todos los empleados del correo, viene de la Martinica o de la Guadalupe, o sea de las Antillas francesas. Y cuando llegó, con una carta menos agradable que la tuya, ya que era el aviso de lo que me toca pagar de impuestos, le dije “señora, le tengo que agradecer la carta que me trajo ayer”. ¿Y por qué?, me dice. “Y, por lo que traía el sobre, por el placer que me causó”. “Bueno  pero yo no tengo nada que ver, además es mi trabajo”. ¿Cómo que no tiene nada que ver”, le digo, “¿y el sino?, ¿usted nunca pensó que es una mensajera? Como tal trae usted buenas nuevas o malas. Ayer me trajo muy buenas, y por eso, le digo merci beaucoup.” Insistió: “bueno, pero yo no tengo que ver con lo que hay en los sobres que distribuyo...” “Usted no, pero el sino, sí... y la eligió...” Me miró a los ojos, y juro que pasaron en un instante por los suyos destellos de vudú, santerías, Orishas, y otros candomblés... Entonces riéndose, me dijo “para hablar de estas cosas es mejor hacerlo delante de una botella de rhum...” Y se fue a continuar con su reparto.

Bueno, Don Pedro, seguramente me daré una vuelta por allá en marzo o abril ya que me está haciendo falta. Me están haciendo falta.

Un abrazo fraterno para vos y para todos los compañeros y compañeras de la Musaranga, La Gloriosa.

Sábado, 04/04/2015     El Profe