Sucede que uno a anda por ahí y no encaja. Y deambula cuesta
abajo. Hasta que advierte que alguien pulsa la viola de madera para retomar y
reafirmar aquello de que es gustoso de escuchar la fricción de su propio andar
y hasta de sumergirse en la intimidad de los nobles oficios, en medio de estas
tinieblas con neón de la conexión desconectada, de la caverna platoniana
engañosa... Sucede… Pasa que hasta el apretón de manos, el abrazo y el vértigo
palpitante de la emoción han devenido rabiosamente contraculturales… Y ahí
vamos, de la verdulería al taller… Así nomás, como penando un latir que el
propio albedrío decidió cuidar con celo y casi en silencio. Esperando ser
sorprendidos por el alba. Invocando sueños.
“Pensamos en el taller como lugar de regreso a los oficios en
medio de tanta tecnología…”, dice el Tata, mientras ajusta el clavijero de la
criolla y la emprende con impronta yupanquiana con “Los ejes de mi carreta”. El
Tata no se aparta del concepto, lo lleva abrojado con la naturalidad de quien
sabe lo que quiere, tan claro lo tiene el Tata, escribo como queriendo robar
algo del Andrés Rivera cuentista de “Cría de asesinos”. A golpes de punzón,
casi...
Los sábados de abril, de eso hablo, si te das una vuelta por
el Teatro “El Popular”, de la calle Chile 2080, te podés clavar una empanadita
con tinto mientras el Tata Cedrón en canto, guitarra y composición; Josefina
García en violoncello y Julio Coviello (ex Orquesta Típica Fernández Fierro) en
fuelle y el trío Piraña, completando la grilla, te pasan estas coordenadas
desde el taller, un escenario tan adecuado como certero para recorrer y
recordar la propia identidad y destino, extraviados hoy entre tantas lucecitas
para escena. Como reconvirtiendo la nostalgia y la melancolía en lúcida acción
y convite a la vida, esta “vuelta de tuerca” (qué detalle siendo desde un
taller… ¿no?) a la temática de siempre, funciona como un llamador que puede
encontrar su correlato dentro de cada quien. Por eso te digo. Tanguitos
indelebles, algo de folklore, alguna milonga, temas nuevos… Además de las
partes solistas de los jóvenes, todas recomendables, desde los poemas
musicalizados de Bustriazo a cargo de Josefina desde los teclados como el set
solista de Julio en fuelle, de una elaborada contundencia. Taller…
Estamos en la tierra de nadie, pero es mía…
Daniel Goñi