Cedronianos: les recordamos que a pedido del público hoy y el próximo jueves 23 de febrero se presentará "Velay" en Hasta Trilce - Maza 177 - 21.00 h. Compartimos un texto de Carlos Semorile sobre la presentación del 11 de febrero.
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El Gaucho Cedrón
Anoche se presentó “Velay”,
un hermoso disco que es un “friso sonoro” (como dice el propio Juan Tata
Cedrón) de la “música de tierra adentro”: zambas, estilos, huellas, bailecitos,
cuecas. Esa música que Juan escuchaba de niño en la casa de los Cedrón en
Saavedra, y que siguió escuchando luego en Camet durante los años de “la década
recontra ganada”. Más tarde aparecería Piglia y plantearía que ellos eran
urbanos y que entonces correspondía hacer la otra música argentina, y lo que
siguió es la conocida historia del Cuarteto. Tan manyada que anoche a Cedrón le
reclamaron que cantase un tango, a lo que el Tata respondió: “¿Y qué estuvimos
haciendo?”, como si clausurara la falsa dicotomía que muchas veces dividió las
aguas.
Tanta música criolla se
amontona (para usar la expresión de Tuñón) en la voz del Tata, “tan donosamente
argentina” que dignifica un repertorio exquisito donde conviven Dávalos,
Yupanqui, Buenaventura Luna, Falú, y hasta la poesía celeste de Leopoldo
Marechal. En el disco y también en el escenario lo acompañan Roger Helou al
piano, Horacio Presti en guitarra y Nicolás Arroyo en el bombo. Tata dice que
es la primera vez que se presentan juntos “en vivo”, pero interviene Helou y afirma
que en 2010 ya lo hicieron en Villa Urquiza y se arma una muy divertida
controversia –onda Les Luthiers- que hasta parece guionada. Más allá del paso
de comedia, lo cierto es que da la sensación que estos cuatro músicos
formidables viniesen tocando juntos de toda la vida.
Habría que hacer varias
menciones apartes: una para el refinado sonido del piano de Helou (refinado
pero popular, soberbio pero ajustado a las melodías); otra para el delicado bombo
y la bella voz de Nicolás Arroyo; y otra aún para el modo, a un tiempo
intimista y potente, del canto y la guitarra de Horacio Presti. Y todavía una
más para el Tata como puro cantor, sin viola, llegando a un registro dulcísimo
de acariciar las palabras.
Finalmente, unas palabras
respecto de la expresión “Velay” que da título al disco y sobre la que
Buenaventura Luna hablara de esta manera en un reportaje de julio del ´45, en
los albores de “la década recontra ganada”: “Debido
a los sucesivos aluviones inmigratorios -que la Capital Federal absorbe en su
mayor parte-, el sentido de lo tradicional ha ido insensiblemente alejándose
hasta refugiarse en los valles y selvas más distantes del interior. Y así
resulta que para el porteño de hoy saben a cosa pintoresca, casi exótica, usos
y costumbres provincianas que para sus antepasados fueron familiares. Dicho
fenómeno se hace más visible en punto a lenguaje popular, al extremo de que hoy
suenan a indigenismo en la metrópoli ciertos giros, expresiones y hasta
palabras, que aquí fueron de uso corriente años después de la Colonia, puesto
que son de origen español, como el ‘Velay’, ‘cuzco’ por perro chiquito”.
Ni hace falta decir que el
problema sigue siendo el mismo, esto es, contar con un lenguaje y una
literatura musical que definan una identidad propia. Al decir “Velay” lo
afirmamos, como quien dice “mirá ahí” la riqueza que tenemos y no conocemos,
las bellísimas canciones que nos cuentan y que ya no cantamos. Pero la
prodigiosa memoria del Gaucho Cedrón (como él mismo se definió anoche) conservó
estos tesoros del mundo rural, ese mundo de la oralidad y la poesía palpitando
en el interior de los troperos y guitarreros trashumantes, para que armemos un
“Fogón de los Arrieros” que digan “Velay”.
Carlos Semorile