por Fernanda Jara
Un deleite. Eso fue entrevistar a Juan Carlos "Tata" Cedrón. Mientras la llovizna vestía a la gris y fría Buenos Aires —por esas cosas del clima que engaña a la primavera con el otoño— la charla que da vida a esta nota se realizaba en la casa del hombre que, con la humildad de los grandes, abrió sus puertas para contar anécdotas de su vida. Repasó la colección de libros que develan el paso del tiempo y que guarda como lo que son, un tesoro. Ofreció café y se sentó al frente del escritorio en el que explora videos de antaño subidos a Internet y revisa sus partituras gastadas. Y así, sin que nadie se atreviera a pedírselo, agarró la guitarra y comenzó a tocar.
Un deleite. Eso fue entrevistar a Juan Carlos "Tata" Cedrón. Mientras la llovizna vestía a la gris y fría Buenos Aires —por esas cosas del clima que engaña a la primavera con el otoño— la charla que da vida a esta nota se realizaba en la casa del hombre que, con la humildad de los grandes, abrió sus puertas para contar anécdotas de su vida. Repasó la colección de libros que develan el paso del tiempo y que guarda como lo que son, un tesoro. Ofreció café y se sentó al frente del escritorio en el que explora videos de antaño subidos a Internet y revisa sus partituras gastadas. Y así, sin que nadie se atreviera a pedírselo, agarró la guitarra y comenzó a tocar.
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