Allá por los años treinta, en París, tocó
en suerte a Raúl González Tuñón asistir a un traslado del Guernica. Luego de
ver que le quitaron el paño que lo cubría y tras un primer momento de asombro,
el poeta desvió su mirada del cuadro, al que ya sabía eterno. Prefirió observar
el rostro conmovido de los obreros que trasladaron la obra, que se sacaron sus
gorros con un gesto reverencial. El arte como un descubrimiento y los ojos del
poeta para revelarnos un instante que de otra manera se hubiese desvanecido en
el olvido.
Quizás de eso se trate el arte, ver la
vida con otros ojos. Con esos ojos, siempre nuevos, con los que el Tata Cedrón
–desde hace más de cincuenta años– encuentra la música escondida que está en
los poemas de Homero Manzi, Julio Huasi, Leopoldo Marechal, Celedonio Flores,
Miguel Ángel Bustos, Juan Gelman, Héctor Pedro Blomberg y el propio Tuñón,
entre otros. Y para convertirlos en canciones echa mano también a su propio
bagaje musical, ese que comenzó a cosechar en sus tiempos tempranos, en las
calles de Saavedra o en los campos de Camet. Ahí donde conviven Yupanqui,
Troilo, Gardel, Pugliese, Gobbi, Tarantino y tantos otros que configuran lo que
podríamos llamar el sonido cedroniano. El Tata envuelve los poemas con su
música, como si los acunara con tonos bajos, graves, de gruesas sonoridades.
Así nacen sus canciones que –con el tiempo y los discos- conforman un mundo
propio y de todos a la vez. Un imaginario cedroniano donde confraternizan el
tango, la milonga, el vals, el estilo pero también el circo criollo, el teatro,
la literatura, el barrio y la calle, es decir, el arte popular como una forma
de vida, como una opción política, como una definición de identidad. Podemos
asomarnos a ese universo en el “Puchero Misterioso”, el último espectáculo del
Cuarteto Cedrón, devenido ahora a veces en quinteto y otras en sexteto. Allí
podremos asistir a un concierto donde la célebre formación –con el enorme
Miguel Praino en la viola, como siempre- comparte escenario con Nelly Omar y
con Ignacio Corsini. Y vaya si lo comparte. Porque para que ese prodigio sea
posible se hacen presentes los talentos de los integrantes de La Musaranga, la
Compañía Nacional de Autómatas que con sus títeres, con sus decorados, sus
particulares artilugios y hasta con su ventrílocuo construyen un mundo a la
medida del Tata y sus creaciones. El Puchero Misterioso deviene entonces en una
ceremonia saltimbanqui del arrabal. Entonces, con las “pupilas llenas de
asombro”, asistimos a la interpretación de Los ladrones –de Tuñón- que
escuchamos mil veces, pero esta, la mil una, es distinta, porque La Musaranga
la “adorna” de otra manera. Lo mismo pasa cuando vemos llegar el barco Jamaica
Marú, de Las dos irlandesas, de Blomberg y así con varias canciones más, entre
clásicas y nuevas, donde música y palabras parecen crear el mundo que surge
ante nuestros ojos.
Y luego del espectáculo, la yapa. Que es
ir a otra parte del teatro para ver a otros músicos y artistas y luego asistir
a un verdadero fin de fiesta, como en las antiguas representaciones teatrales,
con otra actuación del Cuarteto para adelantar temas de próximos discos, entre
empanadas y buenos vinos. Hay algo de Gotán, el recordado local que tuviera el
Tata en los sesenta, que sobrevuela este momento de la noche.
Cuentan que el “puchero misterioso”
existía en un bodegón de Talcahuano y Cangallo (hoy Perón), a donde solía
concurrir Tuñón. Tenía ese lugar una clientela variopinta, donde había
malandras, artistas y bohemios de toda laya. Los platos de puchero salían de un
ojo de buey que había en una pared, como si vinieran de otro mundo. De ahí su
misterio. Nunca se sabía lo que podía salir de allí, salvo que se sabía que era
un buen puchero, de variados ingredientes. Así es el Puchero Misterioso del
Tata. Una caja de sorpresas de arte popular, un viaje –siempre distinto– por la
música y las palabras de estas provincias del Plata, un espacio para reunirse
como en aquel mítico bodegón, un recorrido entusiasta por el universo
cedroniano. A no perdérselo.
El Puchero tiene dos funciones más, en
Teatro El Popular, en Chile 2080, los sábados a las 20.00 hs.
Hoy, que es tiempo –más que nunca– de
juntarse con el arte del pueblo, el Puchero Misterioso aparece como una ocasión
propicia para de reencontrarse con aquello que nace del barrio, de la calle,
del café, de la noche y la madrugada, con todo aquello que solemos llamar
cultura popular.
C. Adrián Muoyo
para su página Mal Arreado
No hay comentarios:
Publicar un comentario