Dice Tata desde Barcelona, donde
aterrizó hace unas pocas horas: se nos ha ido una gloria de la música
argentina, una gloria de la música del mundo. Y se le entrecorta la voz
porque Jaime Torres es esa gloria y es un amigo, un hermano, un cercano. Me
pasa la posta y la tomo pensando que años atrás tuvieron ocasión de estar con
Paco Ibáñez, a quien Tata ha ido a visitar para tener el gusto de repasar
juntos algunas canciones. Eso que los une. Eso que los unió hace décadas con
Jaime: una manera de hacer música que es una manera de vivir, de pensar, de
amar, de reunir a la gente, de hacer una ofrenda, una manera de defender
también las cosas en las que uno cree. Dice Tata que en todos estos días en que
la salud de Jaime estuvo complicada, Paco no paró de preguntar por él, en cada
llamada que intercambiaron. En ese viaje de los años 70, cuenta la leyenda que
Tata y Jaime hicieron una carrera, no debe haber sido una carrera de posta…
pero a lo mejor sí. Esas son las carreras más lindas, una carrera en la que el
compañero corre una parte y confía en que vos vas a seguir corriendo un poco
más y te entrega ese objeto, que puede ser la posta o puede ser algo distinto.
La posta que deja Jaime Torres es un tesoro. En ella está su charango y todo lo
que él entiende que es el charango como expresión de una forma de ser, de estar
con los demás. Por eso, algún día, cuando de verdad nos propongamos ser
mejores, mejores personas, mejores seres humanos, mejores ciudadanos, mejor
país, vamos a tener que ir a buscarlo a Jaime. No solo a Jaime pero también a
Jaime. Y vamos a tener que volver a la senda que él abrió con todos los que él
amó y que lo aman. Tantanakuy se llama una de las obras más importantes que
realizó. Es preciso no olvidar que el Tantanakuy existe y quiere decir
encuentro.
Tata y Antonia
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