Secuestro, fue un dulce secuestro musical.
Yo secuestré a Pablo González, y él no lo recuerda.
Me dijo mi amigo el Tata que el Chiquilín… no lo recuerda.
A la salida de la inauguración de una exposición de mi vieja la pintora (Mabel Lostaló), fuimos a comer a Bachín, y
me dijeron que el Chiquilín del vals de Piazzola, todavía vendía las rosas que
dolían a cuenta del hambre que Ferrer no le entendía.
Para la jauría de mi pertenencia que concurría al Regina a escuchar a Astor, fue un alegrón el triunfo de la Balada
para un Loco.
No sé si a Piazzola le hacía falta agrandar su manto de popularidad
ganando un concurso, pero a nosotros, los de aquella jauría, nos llenó de
alegría que, mientras la gilada discutía si lo de Astor era tango o no, el Maestro
ganara con un disquito que tenía, de un lado un vals, y del otro una canción.
Por todo eso, lo busqué en Bachín, le compré las rosas que le quedaban,
y lo secuestré. Si señores: me lo llevé para la casa de Coca Aliaga, junto con
mi vieja y sus amigos del Arte.
Le saqué dos fotos que guardé hasta hoy adentro de mi alma y de mi
escritorio.
Las guardé porque a lo mejor ya sabía, que iba a hacerme amigo de un
gran músico, el Tata Cedrón, y que a él se las iba a mostrar, para que se las
muestre a Pablo.
Ahí van, Pablo, ese eras Vos.
Juan Carlos Pérsico
"Chiquilín de Bachín" |
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