Siempre la agarramos empezada, pero cada
vez nos enganchamos con “El regreso de Juancito Caminador”, el espléndido
documental de Fernando Pérez sobre la vuelta del Tata Cedrón a la Argentina
después de 30 años de exilio. La peli es un poco como el Tata mismo: por donde
sea que usted lo vea y lo escuche, ahí va a quedar prendado de su magia rea, de
sus apasionadas reflexiones, de la amorosa evocación de sus hermanos y
compañeros, de su capacidad para escuchar a los poetas y responder con canciones.
Y no sólo a los poetas: el Tata le
responde a todo con canciones. A la niñez en Camet, a la bicicleta de su padre,
a la confianza de González Tuñón, a la aventura compartida en una esquina de La
Boca, a los fusilados de Trelew, al sonido que escuchó en sus primeros años, a
los amigos que escribieron un racimo de bellezas, a sus hermanos que hicieron
cosas extraordinarias, al idioma que él defiende como lo que es, la patria que
permanece en la lengua.
Y estas melodías, son como otros frutos
del generoso y bienhechor Cedrón, que dejó pinturas, legó películas y
testimonios, hizo barrios y casitas, pero siempre mejoró lo dado. En el caso
del Tata, prescindiendo de “las grandes palabras”. Simplemente poniendo el
cuore en las melodías del Cedrón.
Carlos Semorile
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