Uno de los queridos amigos de Tata Cedrón fue Roberto Broullon, el pintor. En pocos días se hará un homenaje en La Boca. Aprovechamos esta ocasión a la vez para informar del evento y para recordar las palabras que pronunció hace unos años Roberto en la ceremonia en que nos declararon a nuestro Tata, "Ilustre".
Intervención de Roberto Broullon en el Acto de designación del Tata Cedrón, músico y compositor como Ciudadano Ilustre de Buenos Aires (4 de noviembre de 2009)
Estamos aquí para celebrar tanto yo como todos los amigos y admiradores del Tata Juan Cedrón su designación como Ciudadano Ilustre de Buenos Aires. Voy a dar testimonio de sus primeros pasos, los comienzos de una vocación auténtica como intérprete y compositor de la música de Buenos Aires. Para mí el Tata siempre fue desde que lo conocí un verdadero cultor del tango que siente y lleva en todo su ser. Estuvimos compartiendo un conventillo de la calle Suarez 950 en el cual dos jóvenes pintores habían alquilado un lugar como taller que contaba con una habitación de 4X4 y una más pequeña con un lugar de entrada que recibía al visitante después de subir una escalera de dos pisos. La construcción era de madera y lata como las típicas viviendas del barrio que fundaron los primeros navegantes genoveses que llegaron a la Boca.
Victor Salanitri y Jesús Ortiz (aquí presente hoy) tuvieron en aquel momento la generosidad de albergar a otros artistas que hacíamos los primeros pasos, con algunos tropiezos y que veníamos a la ciudad desde otros lugares del interior; con anterioridad muchos nos habíamos conocido concurriendo a talleres de maestros que impartían enseñanzas en Buenos Aires y nos volvíamos a encontrar. El Tata llegó al lugar porque allí estaba su hermano Alberto que venía igual que él de Mar del Plata. Compartimos largo tiempo este taller y vivienda y por eso pude estar cerca y me acuerdo del Tata especialmente porque fue el único músico entre tantos dibujantes y pintores que usábamos ese lugar. Lo veía ejercitar el dominio de la guitarra y también realizar intensos estudios de vocalización para educar su voz para el canto. Aparte de eso estaba todo el día cantando y ampliando su repertorio concentrado en sus estudios. Este era el objetivo de sus días que lo abstraía del entorno en el recinto, con pasión. A veces al despertar en las mañanas después de habernos acostado tarde, él ya estaba prendido a la guitarra buscando conocer cada vez más el instrumento. Yo había venido desde Córdoba donde había ido con el maestro Spilimbergo; los primos Alejandro y Jesús Marcos vinieron desde Bahía Blanca; Cachete Gonzalez y Aguirrezabala eran de Gualeguay y Fredy Martinez Howard también de Entre Ríos, Juan Gil y Cernadas eran de pueblos suburbanos del sur de Bs.As. y también había otros artistas que formaban parte de reuniones en el taller de la calle Palos pero que ocasionalmente dormían allí. Además de discutir las cuestiones del Arte y las tendencias del momento o muestras que habíamos visitado hablábamos y leíamos libros que interesaban a nuestra formación. Entre ellos yo llevaba “el Oficio de Poeta” de Césare Pavese en el que encontrábamos lecturas que nos emocionaban a todos. Tal aquella del ensayo: “Retorno al hombre” en que el escritor italiano se refiere a un tema que particularmente estaba en nuestra preocupación. Decía Pavese más o menos así: “Pensar en hacer un arte para el pueblo significaría una mala conciencia. Sabemos que en este estado social que llaman pueblo la risa es más pura, los sufrimientos más vivos, la palabra más sincera... Nosotros podemos tener muchos remordimientos pero conocemos de qué carne estamos hechos...” Este libro fue publicado en 1957 en Buenos Aires. Me encontré con el Tata en 1961 cuando Alberto y yo preparábamos una primera exposición de pinturas en Bs.As. que se llevó a cabo en este Concejo Deliberante, en sus Salas de Exposiciones que estaban en esta misma calle Perú hacia la esquina de Alsina. Al comenzar la década del 60 en Bs. As. las artes recibieron constantes momentos de cambios y nuevos aportes tanto en la plástica como en la música, la poesía y otros géneros que modificaron la tradición. Y algo de ello llegó a hacer parte importante de la obra realizada por el Tata Cedrón en la música de Bs.AS. como el tango canción.
El grupo se fue dispersando y cada uno se estableció por su cuenta sin dejar de realizar reuniones que enriquecían nuestra comunicación. Yo me instalé en una casa taller en el barrio de Belgrano y lo invité al Tata a pasar una temporada. Convivimos nuevamente y veía crecer al músico y amigo engrosando su repertorio centrado siempre en su inspiración. Allí continuamos nuestro diálogo y escuchábamos discos tanto de música como grabaciones de poesía de artistas que nos gustaban pero que no conocíamos. Entre ellos Dylan Thomas un poeta galés que me trajeron desde los Estados Unidos una serie de sus poemas.
En este lugar el músico creó el cuarteto que los caracteriza y empezó a ensayar allí sus arreglos y composiciones ensayando con el cuarteto integrado por el violinista Miguel Praino, el bandoneón Stroscio y el contrabajo de Sarraute. Yo seguía con entusiasmo las creaciones del cuarteto y era su primer escucha.
En las noches con otros visitantes leíamos sobre todo a Raúl González Tuñón en la edición publicada por el autor en1948 donde se encontraban todos sus libros hasta ese momento, desde 1926 en adelante. El primer poema de ese libro es “Eche 20 centavos en la ranura”. Y ese es – si mal no recuerdo – el tema inaugural de la musicalización que distingue la obra de este músico a lo que podríamos llamar música de Bs.As. Más tarde el Tata inicia una amistad personal con Raúl, de la cual hay suficiente testimonio en un disco editado por Cedrón. Las reuniones en la casa taller también fueron concurridas por muchos artistas, escritores y plásticos: cito algunos como Peroni, Siccardi, Nestor Sánchez, Gelman, Poni Micharvegas, Santiago Bullrich, Obelar, Molteni, Carlos Gorriarena, Aguirrezabala y Gustavo Trigo (historietista), entre otros. El Tata y su cuarteto tocaban en todas nuestras inauguraciones y presentaciones de libros.
Como resultado de nuestras lecturas compartidas y la emoción que la misma despertaban la creatividad de mi amigo fue ampliando al máximo la musicalización de poesías que se transformaron en canciones y esa es una de sus mayores contribuciones a la música de Bs.As. y a su historia...
Poco a poco el Tata fue pisando un territorio poético propio... “sin piazzolismo”, ni “tango tradicional”; logró imponer su música no sólo entre nosotros, sino también en Europa, viviendo durante décadas en París, donde continúa viajando con frecuencia El Tata Cedrón es un legítimo Ciudadano Ilustre de Buenos Aires... porque le saca lustre a nuestra ciudad.
Roberto Broullon, dibujante y pintor argentino
Intervención de Roberto Broullon en el Acto de designación del Tata Cedrón, músico y compositor como Ciudadano Ilustre de Buenos Aires (4 de noviembre de 2009)
Estamos aquí para celebrar tanto yo como todos los amigos y admiradores del Tata Juan Cedrón su designación como Ciudadano Ilustre de Buenos Aires. Voy a dar testimonio de sus primeros pasos, los comienzos de una vocación auténtica como intérprete y compositor de la música de Buenos Aires. Para mí el Tata siempre fue desde que lo conocí un verdadero cultor del tango que siente y lleva en todo su ser. Estuvimos compartiendo un conventillo de la calle Suarez 950 en el cual dos jóvenes pintores habían alquilado un lugar como taller que contaba con una habitación de 4X4 y una más pequeña con un lugar de entrada que recibía al visitante después de subir una escalera de dos pisos. La construcción era de madera y lata como las típicas viviendas del barrio que fundaron los primeros navegantes genoveses que llegaron a la Boca.
Victor Salanitri y Jesús Ortiz (aquí presente hoy) tuvieron en aquel momento la generosidad de albergar a otros artistas que hacíamos los primeros pasos, con algunos tropiezos y que veníamos a la ciudad desde otros lugares del interior; con anterioridad muchos nos habíamos conocido concurriendo a talleres de maestros que impartían enseñanzas en Buenos Aires y nos volvíamos a encontrar. El Tata llegó al lugar porque allí estaba su hermano Alberto que venía igual que él de Mar del Plata. Compartimos largo tiempo este taller y vivienda y por eso pude estar cerca y me acuerdo del Tata especialmente porque fue el único músico entre tantos dibujantes y pintores que usábamos ese lugar. Lo veía ejercitar el dominio de la guitarra y también realizar intensos estudios de vocalización para educar su voz para el canto. Aparte de eso estaba todo el día cantando y ampliando su repertorio concentrado en sus estudios. Este era el objetivo de sus días que lo abstraía del entorno en el recinto, con pasión. A veces al despertar en las mañanas después de habernos acostado tarde, él ya estaba prendido a la guitarra buscando conocer cada vez más el instrumento. Yo había venido desde Córdoba donde había ido con el maestro Spilimbergo; los primos Alejandro y Jesús Marcos vinieron desde Bahía Blanca; Cachete Gonzalez y Aguirrezabala eran de Gualeguay y Fredy Martinez Howard también de Entre Ríos, Juan Gil y Cernadas eran de pueblos suburbanos del sur de Bs.As. y también había otros artistas que formaban parte de reuniones en el taller de la calle Palos pero que ocasionalmente dormían allí. Además de discutir las cuestiones del Arte y las tendencias del momento o muestras que habíamos visitado hablábamos y leíamos libros que interesaban a nuestra formación. Entre ellos yo llevaba “el Oficio de Poeta” de Césare Pavese en el que encontrábamos lecturas que nos emocionaban a todos. Tal aquella del ensayo: “Retorno al hombre” en que el escritor italiano se refiere a un tema que particularmente estaba en nuestra preocupación. Decía Pavese más o menos así: “Pensar en hacer un arte para el pueblo significaría una mala conciencia. Sabemos que en este estado social que llaman pueblo la risa es más pura, los sufrimientos más vivos, la palabra más sincera... Nosotros podemos tener muchos remordimientos pero conocemos de qué carne estamos hechos...” Este libro fue publicado en 1957 en Buenos Aires. Me encontré con el Tata en 1961 cuando Alberto y yo preparábamos una primera exposición de pinturas en Bs.As. que se llevó a cabo en este Concejo Deliberante, en sus Salas de Exposiciones que estaban en esta misma calle Perú hacia la esquina de Alsina. Al comenzar la década del 60 en Bs. As. las artes recibieron constantes momentos de cambios y nuevos aportes tanto en la plástica como en la música, la poesía y otros géneros que modificaron la tradición. Y algo de ello llegó a hacer parte importante de la obra realizada por el Tata Cedrón en la música de Bs.AS. como el tango canción.
El grupo se fue dispersando y cada uno se estableció por su cuenta sin dejar de realizar reuniones que enriquecían nuestra comunicación. Yo me instalé en una casa taller en el barrio de Belgrano y lo invité al Tata a pasar una temporada. Convivimos nuevamente y veía crecer al músico y amigo engrosando su repertorio centrado siempre en su inspiración. Allí continuamos nuestro diálogo y escuchábamos discos tanto de música como grabaciones de poesía de artistas que nos gustaban pero que no conocíamos. Entre ellos Dylan Thomas un poeta galés que me trajeron desde los Estados Unidos una serie de sus poemas.
En este lugar el músico creó el cuarteto que los caracteriza y empezó a ensayar allí sus arreglos y composiciones ensayando con el cuarteto integrado por el violinista Miguel Praino, el bandoneón Stroscio y el contrabajo de Sarraute. Yo seguía con entusiasmo las creaciones del cuarteto y era su primer escucha.
En las noches con otros visitantes leíamos sobre todo a Raúl González Tuñón en la edición publicada por el autor en1948 donde se encontraban todos sus libros hasta ese momento, desde 1926 en adelante. El primer poema de ese libro es “Eche 20 centavos en la ranura”. Y ese es – si mal no recuerdo – el tema inaugural de la musicalización que distingue la obra de este músico a lo que podríamos llamar música de Bs.As. Más tarde el Tata inicia una amistad personal con Raúl, de la cual hay suficiente testimonio en un disco editado por Cedrón. Las reuniones en la casa taller también fueron concurridas por muchos artistas, escritores y plásticos: cito algunos como Peroni, Siccardi, Nestor Sánchez, Gelman, Poni Micharvegas, Santiago Bullrich, Obelar, Molteni, Carlos Gorriarena, Aguirrezabala y Gustavo Trigo (historietista), entre otros. El Tata y su cuarteto tocaban en todas nuestras inauguraciones y presentaciones de libros.
Como resultado de nuestras lecturas compartidas y la emoción que la misma despertaban la creatividad de mi amigo fue ampliando al máximo la musicalización de poesías que se transformaron en canciones y esa es una de sus mayores contribuciones a la música de Bs.As. y a su historia...
Poco a poco el Tata fue pisando un territorio poético propio... “sin piazzolismo”, ni “tango tradicional”; logró imponer su música no sólo entre nosotros, sino también en Europa, viviendo durante décadas en París, donde continúa viajando con frecuencia El Tata Cedrón es un legítimo Ciudadano Ilustre de Buenos Aires... porque le saca lustre a nuestra ciudad.
Roberto Broullon, dibujante y pintor argentino