Hoy publicamos un testimonio que nos llegó sobre los conciertos en la verdulería... la ya famosa verdulería...
Hace unos veinte años, en una gran ciudad de América Latina, fui testigo de una escena. Un grupo de jóvenes protestaba en una avenida por un tema sumamente serio. En señal de desacuerdo, esos jóvenes se sentaron en la calle. Ahí permanecieron hasta que vino la policía a correrlos. Los dispersaron y un muchacho rubio que hablaba el castellano con acento extranjero, le dijo a la muchacha que tironeaba del brazo “a ver si entendés que para sentarse están las sillas”. Me había olvidado por completo de la escena. Pero hoy, durante el concierto que varios artistas ofrecieron en la verdulería de Cuenca y Jonte, me acordé. Primero cantó Tata acompañado por Horacio Presti (sobre todo cuecas). Luego vino Hernán Lucero (tangos). Después Karina Beorlegui y los primos Gabino (fados y tangos). Antes, los choripanes. Durante… el humo de los choripanes. Antes, durante y después el calorcito de la gente reunida. La alegría. Algunos de pie. Otros, en el suelo. Me tocó estar sentada en el suelo, estoy rondando los 40, a pocos metros los había con mayor suerte, varios nenes de 4 o 5 años. Y también una muchacha de unos 60 años, al igual que los otros, sentada en el suelo, luego en un cajón de frutas.
Me comentaron que era la tercera vez que se hacía un concierto en esa esquina. Pero hoy además de la música, además de los cuadros de José Ottati (que es artista cuando hace cuadros y cuando vende verduras, porque hay gente que es así, artista en todo momento), además de todo eso, se inauguraba el “rincón del saber popular Ángel Cappa” (con libros, varios libros en una canasta que la gente se podía llevar). Al final del concierto, Karina Beorlegui entonó “Caprichosa”. Como es sabido ese fado lo supo cantar Gardel hace ya muchos años, y entonces todos los presentes (entre los cuáles el mismísimo doctor Alposta) se pusieron a cantar. Y había que ver con qué ganas entonaban “la canción de Portugal”. Era tanta la emoción que me puse a mirar el suelo… las baldosas… ahí fue que se me vino el recuerdo de antes y también este pensamiento:
Tenemos un teatro fabuloso, un teatro que nunca cerrará sus puertas por refacción, un teatro donde los metros cuadrados siempre serán los suficientes, es el teatro de la calle nacido de la nada o de la casi nada. De la voluntad de dos hombres, en este caso José Ottati y Tata Cedrón. Vale decir del encuentro feliz entre un querer y un poder.
De un tiempo a esta parte, nuestros gobiernos han promovido algunos eventos en torno a hechos culturales. No se puede decir lo contrario. Ha habido distintas iniciativas, cierta cantidad de congresos. Sin embargo, la pregunta que Tata Cedrón viene planteando desde hace ya varios años mantiene su vigencia “¿Qué cultura para qué país?”.
¿A qué llamamos cultura? ¿Cuál sería la cultura que nos representa y que queremos promover? ¿Tiene una función la cultura? ¿Debería tenerla? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿En función de qué? Viendo a los niños hoy día me pareció que asomaba el inicio de una humilde respuesta… Para que la cultura vaya con ellos. Para que en la cultura que nosotros reconocemos como nuestra, aunque sea fruto complejo de otras (como lo es el fado…), crezcan nuestros hijos. Cultura es todo aquello que hacen las personas, todo lo que es fruto de una acción humana, cultura es al mismo tiempo un cuadro que se pinta y una lechuga que se vende, porque no se venden las lechugas de la misma manera en todas las ciudades del mundo, porque no en todas las calles del mundo se puede hacer un concierto, una exposición y una biblioteca en una verdulería… sin cobrar, sin pedir subvención, apenas una colaboración de los presentes…
José Ottati es cultura. Tata Cedrón es cultura. Horacio Presti es cultura. Lucero, Karina Beorlegui, los primos Gabino son cultura. Ángel Cappa es cultura. Pero, sobre todo, cultura son nuestras calles pobladas por miles y miles de ciudadanos anónimos, alegres, dispuestos a recorrer caminos, dispuestos a escuchar y a cantar. Capaces de atender una propuesta cultural incluso ahí donde no hay ni una sola silla. “Chapa de cielo en el techo”. Como bien dijo Homero Manzi. Y Tata lo hizo canción.
Gracias a todos los presentes.
Gracias a todos los presentes.
Elisa