Obra de Roberto Cedrón

Obra de Roberto Cedrón
Obra de Roberto Cedrón

Crónicas del Profesor

LAS AGUAFUERTES DEL PROFESOR

28 de marzo de 2010. Nos tomamos unas vacaciones un tanto prolongadas pero aquí estamos. Y volvemos cuenteros. Vale decir con historias para contar y música para escuchar. Es así. De un tiempo a esta parte algunos cedronianos hemos estado releyendo las Aguafuertes Porteñas de Roberto Arlt. Sin ánimo de excluir, se precisa que todo cedroniano que se respete ha leído y releído a Roberto Arlt, y en el caso de los principiantes, pues todo cedroniano “en herbe” tiene el proyecto de leerlo. Intercambiando impresiones varias sobre estos escritos, surgió el misterio de Saccomano, personaje nombrado en una de las Aguafuertes (“Filosofía del hombre que necesita ladrillos”) y a quien Guillermo Saccomanno dedicó algunas líneas que disipan en parte el misterio de este otro Saccomano, el penado Saccomano… Comentando este descubrimiento (no lo revelamos del todo acá, si les interesa saber más… pues… investiguen…) con “El profesor”, su memoria inagotable se puso en órbita… Y salió esto que reproducimos acá… (con algunas palabritas en francés como suele hacerlo el Profesor, que aclaramos al pie).

- Yo viví casi toda mi vida de niño, adolescente y joven hombre en la casa de mis viejos, en Flores, en un pasaje tipo “cul de sac”, Pasaje XX*. Era la última casa, la del fondo, y tres casas antes de la mía vivía la familia V. El jefe de familia, un criollo de pañuelo al cuello, bigote espeso y cachetes colorados era carrero y con el tiempo y la modernización de las cosas se compró un camión con el que hacía el mismo trabajo que con el carro tirado por dos caballos: mudanzas, transportes de mercaderías diversas etc., etc. Su hija -la Ñata- y su hijo -el Gordo-, eran amigos de mi hermano mayor. Fue ella, la Ñata, la que me llevó a la escuela mi primer día de clase allá por 1947.

Un buen día de 1951 o 52 apareció un hombre, la cincuentena, morocho, de mirar torvo y huidizo, que se instaló en la casa de don FV. Era su hermano. Este hombre acababa de salir de la cárcel en donde había pasado sus últimos 20 años, precisamente por pertenecer a la llamada banda de Saccomano (o sac-à-main**, comme tu veux). Esto lo supe al correr de los días, por conversaciones cuchicheadas entre dos puertas entre mis viejos. Era cuestión de “el crimen de la telefonista”, “por un tapado de piel”, “por cincuenta pesos roñosos” y otros chimentos expresados siempre en voz baja y con tono urgente y conspirativo. La cuestión es que al poco tiempo empezaron a frecuentar la casa de don F. una serie de personajes de aspecto y actitudes poco comunes y menos recomendables. Nosotros no podíamos ir más a jugar con nuestros amigos porque ahora no se podía entrar a su casa, y tampoco ellos venían a la nuestra. Don F., siempre jovial hasta entonces, se lo veía ahora como distraído y preocupado. Ya no se paraba a comentar el último partido de Racing con mi viejo. Entre los que comenzaron a venir a su casa estaba un notorio “malfaiteur”*** de apelativo R., un flaco rubio, alto, de labios finos, parla escasa e inaudible, sobre todo cuando se sentaba con algún desconocido en una mesa apartada del “Tarzan”, el fondín de la esquina de Nazca y Avellaneda.

La versión que más se escuchaba en los dimes y diretes barriales era que esta runfla había convertido la casa de don F. en aguantadero y garito clandesta; que el hombre no le podía negar amparo a su hermano; que su señora vivía asustada e inquieta por la situación venenosa.

Una tarde gris de invierno mi vieja me mandó a la panadería a por el pan. Recuerdo haber visto entrar a un hombre de impermeable en la casa de don F., recuerdo también que me crucé con un tipo que traía dos sifones en una mano y una botella de vino en la otra, y que antes de que llegara yo a la salida del pasaje me dobló corriendo a toda velocidad y de paso tiró los sifones y el vino al suelo (el piso del pasaje era de tierra) Simultáneamente escuché una docena de estampidos que venían del pasaje. Después supe que el de impermeable era el último integrante de la comisión policial que entró en la casa.

Lo que siguió fue el vecindario amontonado, los fotógrafos y reporteros de Crítica y Noticias Gráficas tratando de hacer hablar a los vecinos, que no querían decir nada (no como ahora con la teloche****).

El bilán triste fue la muerte del hermano de don F. Además, dos o tres presos, el que yo vi rajar, huido, y R. herido de bala. La mitología vecinal decía, años después, que llevaba la bala puesta, que no se la habían sacado del cuerpo.

Unos meses después, R. pasaba de nuevo las horas esgunfias en el fondín, don F. ya no iba a la cancha con mi viejo, ni decía piropos a las muchachas del barrio desde su camión. Se lo veía triste, con la cabeza baja, como absorto. Un año y medio después tuvo un paro cardíaco y se murió. R. siguió con su vida de malfrat hasta que un día, varios años después de estos hechos, asaltó el cine Flores y mató a un oficial de policía en el tiroteo. Dicen que se la juraron y seis meses después lo acribillaron en Parque Patricios. (…)

Miguel, violista memorioso



* calle sin salida
** estos intercambios fueron en francés y resulta que este hombre Saccomano (el que nombra Roberto Arlt) habría intentado robar una cartera o sea un “sac à main” en francés…
*** maleante
**** televisión en lengua popular francesa



SOBRE LA VERDULERIA
9 de septiembre de 2009

Directamente desde París nos ha llegado a la casilla del Cedroniano este correo de Miguel Praino que reproducimos in extenso. Es el segundo correo que nos envía respecto a los acontecimientos de la verdulería* y lo queremos compartir. Como bien dice el Profesor, sabemos que en muchos otros lugares hay otros, amigos y desconocidos, que todos los días llevan a cabo aventuras semejantes, el homenaje de la verdulería los incluye plenamente.

Hola, el mail ereje (insisto, ¿con o sin h?) lo envié de apuro, porque Lola* estaba gastroenteritizada desde el lunes, así que ayer martes, me tocó guardia medical, que aproveché para avanzar con las correcciones, y como hoy toca danza (a Lola, yo la llevo...) anoche me quedé a apoliyar en lo de Ceci. Y hoy, a las 07h00 puse el puto mac, leí tu mail que habla del evento en la verdulería, y como está lento (el puto mac) no podía entrar en el Cedroniano. Llegaba la hora de ir a danzar (Lola, yo no...), se hacía tarde, entonces puse la alusión al día de la virgen en ese corto mail (fue un 8 de diciembre, pero de 1947, en que tomé la llamada "primera (y única) comunión", con trajecito azul, zapatos blancos, moño blanco en el brazo derecho y misal en la mano, y que volviendo de la ceremonia con mi vieja, toda empavesada ella, por la calle Avellaneda de mi barrio de Flores, envuelto todavía yo en nubes de incienso al doblar en Argerich -mi calle-, me topé con un furioso partido de "fulbo", al que inmediatamente me mezclé ya que encontré a mis amigos barriales -todos judíos sirio libaneses- y por eso, de feriado escolar, y a la pelota de goma, ahí , rayada de blanco y rojo, picando mansita, justo para el boleo que no me pude impedir, y que maculó mi zapatito blanco, el derecho, como una mancha en el alma que a partir de ese día llevé, contento y divertido de escuchar los gritos de mi vieja, "desgraciado, para que te hice tomar la comunión, carajo", agregó. Después, en el fragor del juego, Mario Jalos hizo eso tan común que se ve en el football, agarrar de la camiseta, sólo que Mario Jalos ma agarró del moño blanco, inmaculado, símbolo de la pureza primera, y que el moño quedó colgando de la manga del saco azul, como símbolo de la pureza y/o virginidad perdida, y allí, ya mi vieja no gritó nada, pero recibí varios coscorrones que me hicieron gritar aiaiai a mí) y, apurado, me fui a danza (danza Lola, yo la llevo). Al volver de la danza (la de Lola), el puto mac estaba menos puto y más rápido. Pude entrar en el cedroniano, y además de encontrar las fotos, la de Azulita, la del barquito, me encontré con el texto de Elisa. Me dio mucha alegría, nostalgia, esperanza, placer, y ganas de seguir dándole "p'alante" como quién dice. El Tata, vos, Horacio, el insigne verdulero Ottati, los compañeros músicos -o musicantes-, como decía nuestro entrañable Raúl, los choripanes, los libros que se dejan y se toman, el capo Cappa (¡qué ejemplo!), Elisa, su texto tan justo, el de Candela** también, me dieron unas ansias de "tomarme el buque", pero precisamente, para participar. De la alegría, del trabajo, de la emoción, de lo fraterno que trasunta todo eso que hacen las gentes como ustedes, y que no deben ser pocos. De pronto sentí que mi primer mail quedaba un poco mezquino, no estaba a la altura del hecho cultural, de la esquina de Jonte y Cuenca y de lo que son capaces de generar todos ustedes. Entonces les escribo éste.

Miguel, abuelo violista y, siempre, ereje (con o sin h)

Lola, una de las nietas del Profesor

** Candela Cedrón, hija del Cholo, sobrina de Tata, ese texto lo tenemos en reserva todavía, esperamos autorización de reproducción